28 abril, 2006

Caperucita Roja

Hace unos días Sarita nos propuso un ejercicio que habían hecho en su taller de escritura, contar nuestra versión del cuento de Caperucita Roja. La idea me pareció estupenda aunque difícil de llevar a cabo y después de pensar varias opciones me puse a escribir esta historia. ¡Espero que me perdonéis por estropear el cuento!

Todos hemos oído en muchas ocasiones aquello de que los cuentos son fábulas para explicar a los niños la realidad, aunque la realidad no es siempre de color rosa. Además seguramente habréis odio unos cuantos chistes verdes sobre el cuento de la Caperucita, que puede que os hayan parecido hasta sacrílegos, pero lo cierto es que las cosas no son lo que parecen a simple vista y está fábula nos habla de eso, de sexo, de un comportamiento sexual duramente reprimido desde siempre en nuestra sociedad occidental, la pederastia.

Pues sí, en realidad este no es un problema de la era actual, en la que se habla continuamente de pornografía infantil y redes de tráfico de menores para explotación sexual sino de un problema anterior a la aparición de los ordenadores y de la sociedad del bienestar.

Yo os contaré la historia que hay detrás del cuento de la Caperucita Roja.

Siempre hemos oído la versión esa de que:


Caperucita, era una dulce niña en edad próxima a la pubertad, muy buena y obediente que vestía siempre una chaqueta con capucha de color rojo, a la que debía su sobrenombre “Caperucita Roja”. Ella vivía con su madre y de vez en cuando visitaban a su abuela que vivía al otro lado del bosque y le llevaban algunas cosas de comida que preparaban para ella.

Un día la madre de Caperucita le dice a su hija que no irán a ver a la abuelita porque ella se encuentra mal, así que Caperucita le pide a su madre que la deje ir a ella sola porque ya es suficientemente mayor, mientras le recuerda que la casa de la abuelita no está muy lejos y que sabe perfectamente el camino. Finalmente la madre accede a los ruegos de su pequeña y la deja ir a llevarle la cesta con comida que habían preparado.

Antes de partir, su madre le advierte mil veces cómo debe comportarse si se encuentra con algún desconocido por el camino y le recomienda que no se entretenga ni se distraiga. Así, ambas se despiden a la puerta de su casa y Caperucita emprende su marcha, bajo la atenta mirada de una madre que la ve alejarse mientras la asedian miles de preocupaciones sobre lo que pueda encontrarse su pequeña en el camino.

Sin embargo Caperucita, esa muchacha pre-adolescente que desconoce cuan ruin puede ser el ser humano, se aleja de su madre entre excitada y temerosa, pero sobre todo contenta porque es su primera salida sola. Según avanza por el bosque se le olvidan los consejos de su madre y se pone a recoger un manojo de flores para llevarle a su abuelita. Cuándo se da cuenta de que se ha entretenido cogiendo flores y que se ha alejado demasiado del camino se encuentra a un “lobo feroz”.

Ese hombre, caracterizado como lobo, es un ser “salvaje” dominado por instintos primitivos y ausente de razón, un ANIMAL (nunca mejor dicho) que actúa de forma agresiva y cruel como el animal carnicero que lo representa.

El lobo, que se encuentra a Caperucita casi por azar, intenta apaciguar los ánimos de la niña que se sobresalta al encontrarse con un desconocido y de quien trata de deshacerse siguiendo los consejos que le había dado su madre. Pero el astuto y silencioso animal, acaba ganándose la confianza de la niña entre bromas y halagos, mientras recaba toda la información posible para poder llevar a cabo sus macabros pensamientos.

Después de este encuentro Caperucita vuelve al camino del que se había alejado y se apresura para llegar a casa de su abuelita. Sin embargo, el lobo se las había arreglado para coger un atajo y llegar antes que la pobre niña a casa de la anciana a la que sorprende y encierra maniatada en otra habitación.

Al poco tiempo llega Caperucita y se encuentra la puerta abierta, pero la ingenuidad de la niña es tal que entra tranquilamente y va directa hasta la habitación de la anciana. Mientras el lobo cierra la puerta y siguiendo a la niña hasta allí entra en la habitación sonriente e intenta distraer a la pequeña para que no se asuste. Le propone un juego.

- ¿Porqué no jugamos a que yo soy tu abuelita y tu eres mi nieta?

Caperucita está asustada y decide seguirle la corriente a ese extraño que le había parecido tan simpático pero del que empieza a desconfiar. Comienza el juego y dice:

- Abuelita, qué ojos tan grandes tienes.

Son para verte mejor - le responde el lobo, intentando calmar a la niña a la vez que reprime sus oscuros deseos.

- Abuelita, qué orejas tan grandes tienes- dice de nuevo la niña un poco más asustada.

Son para oírte mejor le responde el lobo,- relamiéndose por dentro.

- Abuelita …. – dijo la niña al verse realmente acorralada – que manos tan grandes tienes.

Son para tocarte mejor - dijo el lobo alargando sus manos hacia la muchacha y al momento ella emitió un grito lleno de angustia que resonó en todo el bosque y conmovió a todos aquellos que lo oyeron.

Por eso un guarda forestal que estaba por la zona dejó su trabaja y se dirigió apresuradamente hacia el lugar del que parecía proceder tal sonido y encontró la casa de la abuela. La bordeó en busca de una ventana abierta o una puerta y mientras intentaba averiguar que sucedía dentro, vió entre las rendijas de la persiana a la abuelita atada y tirada en el suelo. Así que rompió la cerradura y pudo entrar justo en el momento en que el lobo estaba desnudando a Caperucita y evitó que la pobre niña sufriera semejante aberración, además de rescatar a la pobre anciana que estaba herida después de haber recibido algunos golpes por parte de su agresor al intentar reducirla.

Luego llamo al 061 y a la policía para que atendieran a las mujeres y detuvieran al agresor y … vivieron felices y comieron lombrices.