05 junio, 2006

Maldición Cósmica

En alguna ocasión oí hablar de la creencia de que en nuestras vidas los acontecimientos se suceden cíclicamente, que la misma situación se repite infinitas veces hasta que somos capaces de enfrentarla y superarla. Sólo entonces superamos ese círculo y avanzamos hacia otro nuevo estadio en el que tampoco habrá un principio ni un fin.
No es tan extravagante tal teoría, si dejamos a un lado nuestras convicciones occidentales y escuchamos el transcurso de la vida a nuestro alrededor. El universo, la naturaleza y la vida, se rigen según este principio, y los fenómenos se suceden a intervalos temporales fijos, como los años, las estaciones, los días, las mareas, las cosechas, la vida... Algunas religiones manifiestan su creencia en este principio, por el que todo ser vivo completa varios círculos o etapas adoptando en cada una de ellas diferentes cuerpos de hombres o animales.

Esta visión sería más positiva de no ser porque muchas veces no somos capaces de superar nuestros miedos, de saltar las vallas que encontramos en nuestra vida y comienza el círculo vicioso. Seguimos viviendo la misma situación, de angustia y desesperación, multitud de veces a lo largo del tiempo. Podemos darnos cuenta perfectamente de que han variado nuestras circunstancias, las coordenadas en el tiempo y en el espacio, las personas implicadas pero siempre acaban igual.
La vida de todo ser humano es una continua sucesión de círculos concéntricos, de estados por los que debemos pasar para evolucionar y sacar el máximo rendimiento de nuestras capacidades. O de lo contrario, sino somos capaces de dar ese salto que nos permite avanzar hacia un estado superior, nuestra vida quedará mermada, reducida a una existencia vacía y monótona, y nuestras habilidades infrautilizadas se atrofiarán.
De alguna forma ya nos hablaba de esto la teoría de la evolución de Darwin, porque la historia de los seres humanos sigue los principios que rigen el universo desde el principio de los días. Sin saber muy bien ni cómo ni por qué las especies han ido sufriendo cambios, desarrollando unas capacidades y perdiendo otras en función de los cambios que se producían en su entorno.
Los hombres como individuos y como especie también han experimentado a lo largo de su evolución cambios cualitativos que los han llevado a escalar un nuevo peldaño en esa concatenación de estados, para transformarse en un ser diferente, que ha dejado atrás una parte de su yo en busca de una existencia más trascendente.