13 junio, 2006

Una partida de póquer

La vida es como una caja de bombones, dice Tom Hans en Forrest Gump, porque no sabes lo que te va a tocar.

Yo diría que la vida es como una partida de póquer, dónde cada jugador recibe unas cartas por azar, con las que debe intentar ganar. Aunque creo que en la vida además de suerte hay que saber cómo jugar las cartas que nos han tocado, saber cuándo apostar o tirarse un farol y saber retirarse a tiempo. Digamos que en cierta forma es verdad eso de que la buena suerte es algo que depende de cada uno.


Cada persona es única y juega sus bazas de diferente forma, dependiendo de su astucia, inteligencia, experiencia, de sus rivales y también del momento. Pero hay diferentes tipos de jugadores:

- Los tramposos, que juegan siempre a ganar sin importar lo que cueste, sin pensar en los demás y sin aceptar las reglas del juego. Esa clase de jugadores utilizan cualquier tipo de argucia, hacen todo tipo de trampas con tal de llegar a ser los vencedores y desprecian al resto de sus compañeros de juego. Después de varias partidas nadie quiere jugar con ellos y al final de su vida acaban solos y amargados.

- Los que van de farol en farol e intentan ganar a base de “acojonar” al personal. Son esa clase de personas que exageran las cosas hasta límites insospechados, lo de ellos siempre es “lo más”, lo más mejor o peor, pero siempre tienen que quedar por encima de los demás. No les importa demasiado perder, aunque prefieren ganar, ya que en el fondo ni el juego ni la vida les satisface.

- Los cobardes, que se dejan intimidar por los tramposos y los exagerados, y abandonan la partida a pesar de tener buenas cartas porque no tienen póquer de ases y existe un cierto riesgo que no están preparados para asumir.

- Los adictos al juego que disfrutan del placer de arriesgar, que no valoran lo que ganan o lo que pierden porque lo que les engancha es la ambición y la necesidad de evadirse de una vida cotidiana monótona y vacía. Buscan emociones fuertes, porque su adrenalina se dispara cada vez que hacen su apuesta, y creen que la felicidad se consigue a base de breves momentos de alegría intensa.

- Y los buenos jugadores, que saben retirarse a tiempo y se plantan después de un par de malas manos a la espera de momentos mejores. Ellos saben que la suerte hay que buscarla pero que la fatalidad te encuentra sola; así que cuando cae un chaparrón lo más sabio es ponerse a cubierto hasta que pase la nube.

Pero también hay ocasiones en las que no puedes jugar tus cartas hasta el final, aunque tengas las cartas ganadoras porque sencillamente no tienes cómo igualar las apuestas que han hecho otros y tienes que retirarte.

En la vida, como en el juego, unos ganan porque otros pierden.