Triste final de algo que nunca comenzó
Te abandoné huyendo de mí misma, de un yo que desconocía y que ansiaba con locura algo que no podía tener. Tuve miedo, porque sentía que mi voluntad ya no era mía, experimentaba sensaciones nunca antes percibidas y me aterraba la idea de descubrir, un buen día, que había estado viviendo una ficción. Me enganché a ti como a una droga que me hizo perder el norte, la decencia y el control. La pasión me cegaba, me consumían los celos y tenía pánico de tu traición.
En mis sueños, dónde tú reinabas, mi cuerpo se estremecía al ritmo de tu respiración; mi piel ardía en llamas bajo tus manos; tus besos eran el único antídoto para mi curación. Y dónde cada noche, nuestros cuerpos, desnudos y unidos según el rito de la creación, morían abrasados por el fuego y renacían con el nuevo sol.
De vez en cuando tu fantasma regresa a mi corazón, que late de nuevo, con el mismo ímpetu que tuvo en esa vida anterior. Entonces pienso que quizás fui cobarde, y que quizás cometí un error. Pero sobre todo, lo que más me apena, en esos momentos de bajón es que mis sueños nunca fueran más que eso, un deseo sin consumación. Al menos así me quedaría el recuerdo de haber tocado el cielo una loca noche de amor.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home