04 julio, 2006

La bella durmiente

Después de mi primera incursión en el mundo de la literatura versionando, que es lo que está de moda, cuentos populares infantiles me he decidido a crear una sección dedicada a este género. Y siguiendo el ejemplo de los grandes pintores que aprendieron a pintar copiando las obras de los grandes maestros yo intentaré aprender a contar cuentos “destrozando” los cuentos de hadas.

Hoy voy a contaros uno de mis cuentos preferidos, La Bella Durmiente.

Érase una vez, en un lejano país vivían unos reyes muy queridos y admirados por sus súbditos cuya gran aflicción era que no conseguían tener un hereder@. (Esto me suena mucho todavía ;-)

Finalmente después de mucho intentarlo, (¡que suerte!! jejeje), tuvieron una hija, una hermosa princesita rubia y de ajos azules como su papá. Todo el reino estaba muy contento y a palacio llegaron presentes desde todas partes.

El día de su bautizo se hizo una gran fiesta e invitaron a todas las “grandes personalidades” del reino entre las que hay que destacar siete bellas “hadas madrinas” que obsequiarían a la niña con sus mejores deseos, tal y como lo establecía el protocolo. Durante los postres las hadas comenzaron a proferir sus conjuros para obsequiar a la nueva princesa con belleza, inteligencia, gracia, elegancia… Cuando ya iban a acabar llegó una visita inesperada, un hada vieja y fea que no había sido invitada y estaba furiosa. Ella también hizo sus conjuros y a continuación pronunció el maleficio que teñiría de gris la felicidad del reino.

- Cuando la princesa sea una adolescente se pinchará con la aguja de una rueca y morirá.

Tras oír aquello todos los presentes enmudecieron y un silencio atroz se extendió por todo el palacio y todo el reino hasta que por fin el hada más joven de todas, o sea la becaria, que era la única que todavía no había obsequiado a la princesita, pronunció sus conjuros y suavizó hasta dónde pudo los efectos del maleficio, evitando la muerte de la joven princesa.

- Cuando cumpla dieciséis años la princesa no morirá sino que caerá en un profundo sueño del que sólo despertará con un beso de amor.
Al día siguiente los reyes enviaron un enorme ejército que viajó por todo el país con el propósito de destruir todas las ruecas del reino y después de algunos meses los soldados regresaron al palacio con su misión cumplida.

Los años fueron pasando y la niña crecía bajo la atenta mirada de unos padres cada vez más angustiados por evitar que la desgracia se cruzase en la vida de su amada hija. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano porque la desdicha es una parte natural y esencial de la existencia humana. Y cuando la niña cumplió dieciséis años sus padres le prohibieron jugar fuera del castillo, creyendo que podrían impedir que se cumpliera la tragedia anunciada.

La niña, un poco triste y confusa acató la real orden y se pasaba los días explorando el enorme palacio y del que apenas conocía una pequeñísima parte. Un día, en el que se encontraba triste y abatida por el encierro, decidió subir a la torre para contemplar los hermosos jardines por los que solía jugar y al llegar arriba descubrió un extraño artilugio, lleno de polvo y telarañas en el medio de una habitación. Era una vieja rueca.

Emocionada por su descubrimiento se acercó a ver de cerca ese objeto que nunca habían visto sus ojos y al intentar apartar las telarañas su mano rozó la aguja y salió una gota de sangre. Al momento la princesa sintió un profundo dolor que no fue capaz de soportar y se desmayó.

Tras varias horas de angustia y sufrimiento porque no encontraban a la princesa en el palacio, alguien dio la mala noticia a unos padres desconsolados que no eran capaces de entender cómo eso había sucedido mientras les embargaba la culpa y la impotencia.

Pues a pesar de todos los cuidados que esos padres dieron a su hija, y a pesar de intentar minimizar los riesgos potenciales, el dolor y el sufrimiento llegan sin invitación y sin aviso previo a la vida de todo ser humano y nuestro mal toca de lleno el corazón de la gente que más nos quiere.

Después de ese día el reino entero quedó ensombrecido por la tristeza de sus gobernantes que con el paso de los años se resignaron a seguir viviendo sin escuchar las risas de su más preciado tesoro, cuyo cuerpo fue velado por años en una enorme alcoba llena de los lujosos ornamentos y de las flores más bellas. Finalmente los reyes murieron, el castillo quedó deshabitado y la maleza se adueñó de los jardines y ocultó la existencia del palacio.

Pasaron muchos, muchos años y el pueblo se olvidó de aquellos reyes y de aquella princesa habían existido alguna vez hasta que llegó el día en que un apuesto forastero llegó al reino huyendo de unos ladrones que lo perseguían.

El joven exhausto se escondió entre la inmensa vegetación de un tenebroso bosque para descansar un rato antes de continuar su viaje y se quedó dormido. En sueños tuvo una extraña visión de un castillo y una hermosa joven que lo miraba dormir en silencio. Cuando se despertó recordó la mirada de aquella muchacha, una mirada dulce y llena de inmensa tristeza y no pudo continuar su viaje. Se adentró más en el bosque y encontró un claro en el que quedaban restos de una fuente, miró al cielo sorprendido y descubrió una torre de un castillo. En ese momento supo que su sueño había sido una premonición y rápidamente se fue hacia el castillo a buscar a la joven.

Con grandes esfuerzos llegó a la alcoba donde se encontraba el cuerpo inmóvil de la joven, por el que no habían pasado los años y conservaba la belleza y la frescura de su juventud, se acercó a ella y la besó. Su corazón latía de felicidad porque su corazón le había conducido hasta la mujer más maravillosa del mundo y el de ella volvió a latir desde ese mismo instante, ya que no hay pena en el mundo que no se desvanezca ante un amor profundo y puro.

La princesa resucitó de su letargo y se fue a vivir su amor con el joven forastero, y fruto de ese amor nació en el mar de su mirada, una estrella que lo iluminaba.


Moraleja: Las desgracias ocurren hasta en las mejores familias pero con el paso del tiempo y el apoyo de la gente que nos quiere podremos rehacer nuestra vida.